I.

En las sombras de mi alcoba —espero,
A que vuelvan las flores d'enero.
Mientras tanto, aquí, sin dios me quedo.





II.

Sepulto esos llantos entre piernas.






III.

Noches de luz estólida,
Nublan la voz del poeta
Que busca entre sus cejas
La fievre terca que calla.






IV.

Gozo las palabras sin falcía
Y muestro los dientes al mediodía.
Con fervor el alma canta la alegría.

Mas en su corona la larga noche otorga
Al cantor de mis letanías,
Una flor que en su copa moja
Para después cortar, sufriendo así mis días.






V.

Entre amigos nos perdemos
Por los vidrios de las calles.
Pero cuando nos volvemos
Cada uno a sus tardes,
Se sumergen las verdades
En un pozo que no vemos.
Son los momentos eternos,
Poesía de los techos,
Que danzarán a lo lejos,
Cuando la nube es el techo.






VI.

Termino caducando,
Me libero de los tragos,
De la flauta que me encanta,
Vértebra de mi alma entumecida;
Y caigo en mareas de un agua pura,
Que refleja la voz geroglífica
De mis pensamientos mudos.

Espumas de este instrumento corporeo,
Hoy os convoco para cocer este nido,
Cobijar al niño perdido que nunca fui,
Y construir al ladrón de sueños que soy.
Flauta celeste, flauta de mis sueños verdes,
Encántame con tus ajetreados brazos,
Y lánzame a las orillas de mi cerebro;
Rápido, con el paso apresurado y en celo.





VII.

Nací en verano,
Cuando insectos comen humanos,
Aunque de lejos sean tan rectos.

Me río de los ríos,
A piruetas caigo en la silueta honda
De la piedra hundida en el manantial,
Que respira y calla, ojos atrás.





VIII.

La maquina de futuro
Devora su propio enclave,
Teme la muerte absoluta;

Como lagarto de invierno,
Busca fisuras del marmol
Y encuentra tierno el veneno.

En su andar se pronuncia la negación
Opaca del cántico:
La locura de los santos
Es andar con una mano en alto
Y la otra metida en el andrajo.





VIV.

Cuerpo endeble
Cuyo osico
Soportamos
Va a cantar:





X.

La fiereza de mi voz
No parará de volar,

A donde quiera que voy
Me sigue el sabio cantar;

Suplico al albatros
Dejarme resoplar

Como el viento que soy:
La palabra es el mar.





XI.

Querida, ando buscando
A tus cabellos dorados
Con tus ojos siempre altos,
Con tus labios encerrando
Mis versos, que son secretos,

Que son mentiras cuando no obedecen
Al opaco sol cardiaco que colocas.